Wednesday, April 2, 2008

Rabiosa ausencia

Dos meses y medio comenzaron el martes por la mañana. No fue de improvisto porque la noticia llevaba anunciada varias semanas, pero sólo durante los últimos días se hizo patente la tristeza de la situación. Cuarenta y ocho horas, cuarenta y ocho argollas tiene la cadena que me impide alejarme del dolor de la separación. Y cada sesenta minutos se le añade un nuevo aro, un testimonio del tiempo pasado sin ella. Y si le resto el tiempo que aún queda hasta que vuelva a abrazarla, el saldo sigue siendo negativo.

Pasarán volando las semanas, porque es Ley de Vida que, conforme creces, la percepción del tiempo cambia. A mí que, los años no me estiran ya sino que me encogen, me dice la experiencia que en un abrir y cerrar de ojos será ella la que me esté esperando en el Aeropuerto. Y me dice el alma que un vacío temporal sigue siendo un vacío.

No es el mordisco de un lobo, no es la pisada de un gigante, pero el dolor sigue siendo dolor, aunque lo disfracemos con el papel de regalo de la racionalidad.

1 comment:

Anonymous said...

"¿Podría una llamada aliviar el dolor del que espera y desespera?" se preguntó ella, mientras se abandonaba a su propio sueño junto al teléfono durmiente...